a certain woman

     Hay muy pocas cosas para mí que se pueden entender,

o incluso ser sorportables, sobre la vida, excepto el acto de verla    

Stan Brakhage

 

 

 

Viéndonos de nuevo, enmarcadas, tras barreras de cristal, acero u hormigón, esa procesión de mujeres que siempre han conformado nuestras narrativas siguen hoy presas tras los cercos símbolicos del plano.

Ha habido un combate físico para crear las condiciones de realización de todos y cada uno de estos textos audiovisuales (20th century Woman, Big Little Lies, A Certain Women). El dolor de la pérdida, el rechazo, la maternidad o la sexualidad están pasando hoy por los masajes balsámicos de Hollywood buscando colarse en cada  espacio cerrado, en el tránsito privado de la mujer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las cámaras siguen fragmentos seriales, trayectos en coche, miradas fuera de campo. Presentes como testigos en un lugar al que nunca se las invitó, donde no pueden quedarse quietas. Cámara asfixiada en nuestros movimientos de huída y pérdida continuo. Mira a través del acontecimiento, mira siempre a través de nosotras aplastando las caras y los cuerpos tras los marcos, de forma que somos nosotras el medio a través del cual resplancede la luz. Asuminos nuestra condición solitaria. Se renuncia a la ilusión del movimiento, el plano es tan fijo y pesado como nuestros pasos en esta sociedad claustrofóbica. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COMO SI LA MONOTONÍA DEL TRABAJO CORPORAL FUESE UNA LIBERACIÓN

 

 

 

 

Es la mirada del otro la que nos cosifica, prisioneras de una identidad social ya codificada. A veces disparamos con nuestros objetivos y nuestros propios marcos. Primeras fotografías. En directo. Nuestras realidades girando en redes desesperadas. Historias de 24 horas que nadie documenta. Los rituales son livianos, desayunos, limpiezas, charlas, especulaciones de mujeres mutiladas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Siguió caminando, vio otras habitaciones sin decorar, personas sentadas en cafeterías que leen sus móviles con sonrisas esquizofrénicas. Ventanas de habitaciones que mostraban lo apacible que es la vida de los demás, lo agradable que es quedarse en una butaca de Ikea tomandose un café precalentado y oír el mar, la lluvia, los gritos contra los cristales… de otros. Un mismo pensamiento acude una y otra vez, nuestra vida ya ha pasado, el resto de esta población se vanagloria en el confort doméstico mientras que para mí supone un lastre de diseño mediocre.

 

 

 

 

 

 

 

 

SI ABRO MI PUERTA A UNA MUJER MÁS

¿Dónde naufraga la identidad individual? En este amasijo de citas y extractos y planos repetidos que socavan las situaciones que juegan a LAS CASITAS FELICES.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

También miedo, lágrimas al volante.  Somos castigadas por tener placer, somos castigadas por no tener placer. Somos castigadas por ser demasiado jóvenes, somos castigadas por ser. Lo que sufres es dónde vives. Si alguna vez dejamos de hablarnos TU MUJER Y yo MUJER X nuestro dolor seguirá teniendo efecto sobre la otra a pesar de haber interrumpido el contacto, que ya no es físico, ni sexual, es sólo que me cruces por la mente en un segundo de hesitación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NO QUEDAN ESPACIOS PARA ESCONDERME A GRITAR

 

 

 

 

 

 

Blanca Margoz&Sofía Machain