Humanidad, Rebelión y Post-Colonialismo
CORTE / PARTE 1
> Ford: It begins with the birth of a new people.
Es evidente en un nivel de pura superficie que ‘Westworld’ ha sido uno de los productos audiovisuales más en boga del momento; y sin embargo, sus formas traperas de cultura pop esconden en su profundidad un concepto innovador de imperialismo, un estudio intenso sobre relaciones de poder, y varias divergencias del modelo típico de obra post-colonialista.
Empezar así nuestro análisis, sin embargo, sería quizá ir demasiado rápido. Lo primero, aclarar algunos términos: respecto al ‘imperio’ -si aceptásemos la definición de Alejandro Colás-, aquél consistiría en una labor de control sobre las personas, y no sólo sobre los territorios. Es decir, el ‘imperialismo’ se expandiría en la generación y el establecimiento de aquellas instituciones, y prácticas, de control humano.
El colonialismo, bajo esta luz, se nos revelaría como un esfuerzo expansionista por extender el espacio, sí, pero también por acrecentar el número de súbditos.
El post-colonialismo, por tanto, se resumiría en la aplicación crítica y teórica de un rechazo post-moderno hacia la crueldad y arbitrariedad de las que aquél hizo alarde; amén de la señalización, gestión y denuncia de un neo-colonialismo aún existente.
> Arnold: It’s not the first time I’ve awoken. Not the first time you’ve awoken either.
Aunque la crítica post-colonialista se encuentra aún inmersa en una lucha encarnizada por su consideración a gran escala, su variable cultural ya podría aplicarse a un número de obras nada desdeñable (desde ‘The Matrix’ hasta ‘Blade Runner’, desde ‘Star Wars’ hasta ‘Ex Machina’).
‘Westworld’, sin embargo, se distingue de sus predecesoras en un atrevimiento crucial: en la mayoría de ejemplos, la humanidad se defiende de un poder superior que pugna por esclavizarlo -bien sea este humano, cibernético o extraterrestre-. Sin embargo, pocas son las obras que traten de situar, de forma creíble y honesta, al ser humano como el villano de la historia.
La dominación central al relato de ‘Westworld’ es la de una esclavitud propia: es decir, la de la creación de una post-especie humana y robótica con un interés única y exclusivamente -mucha atención a esto-, ‘instrumentalista’, entendida tal definición como el empleo y enfoque de algo con fines meramente funcionales. El imperialismo, en este caso, sustituido por un capitalismo desatado.
> Ford: We destroyed and subjugated our world. And when we eventually ran out of creatures to dominate, we built this beautiful place.
Al fin y al cabo, Lenin ya nos advirtió de todo esto. En uno de sus escritos, el ruso definió el imperialismo colonial como la degeneración de un capitalismo caracterizado por grados exponenciales de ‘explotación humana’; a fin, claro está, de asegurar un retorno constante (y consistente) de la inversión.
Sin pretender entrar aquí a un análisis exhaustivo del ‘capitalismo’ (que el cielo nos asista) ni así de sus actitudes, bondades y malicias, sería inútil negar ya algunas de sus consecuencias, innegables incluso para el mayor de sus admiradores. El control externo de ‘recursos’ humanos y la movilización de mercados e industrias han hecho suficiente alarde de prácticas sólo catalogables bajo el paraguas de la alienación sistemática, bien en forma física o mental.
El capitalismo es en su base un sistema diseñado para optimizar la obtención de su título -el ‘capital’-, a expensas de la satisfacción de otros factores. Sería de esperar, pues, que un desarrollo futuro de estas mismas ideologías desembocase en la producción de humanoides -mucho más funcionales que las máquinas-, incapaces de sindicación alguna.
> Peter Abernathy: You don’t know where you are, do you? You’re in a prison of your own sins.
Y ésa es, precisamente, la simbología de los ‘anfitriones’ presentados por la serie: la colonización biológica, o lo que es lo mismo, la subyugación de una nueva humanidad creada ‘ex profeso’. El ‘post-neo-colonialismo’, barra, barra. No es casual, por ende, que tanto el título de la serie como su emplazamiento señalen hacia el nuevo mundo -América, o el Lejano Oeste-, ya que aquél fue la primera forma y cuna del colonialismo (por aquél entonces) imperialista.
La recuperación de su invasión forzada -la de entonces-, en forma de actividad ociosa -la de ahora-, se revela como una especie de jugueteo irónico en el que el norteamericano moderno prueba a descubrirse. La construcción de un Oeste ideal en forma de parque de atracciones sirve como la simplificación absurda de un modelo social y antropológico muchísimo más complejo: el de la invasión real.
Tal simplificación podría responder tanto a motivos meramente de guion como de subconsciente colectivo. De igual forma, las relaciones entre ‘visitantes’ y ‘anfitriones’ sólo se tratan en una superficie mínima, aunque aquí si suficiente para entrever un entramado más profundo: el de las posibles variables de un descubrimiento propio caótico y cruel, repentino y sublime; y, por supuesto, también violento.
CORTE / PARTE 2
> Logan: Okay, I don’t know who the f*ck this Arnold is, but your world was built… for me… and people like me. Not for you.
La auto-afirmación siempre ha hallado en las ‘narrativas de poder’ un modelo ficticio especialmente acorde a la liberación de instintos reprimidos. Para ello, sin embargo, siempre se resuelve necesaria la demarcación clara -y la simplificación hasta el absurdo-, de identidades y espacios. Al fin y al cabo, la simplicidad es enemiga mortal de la sutileza.
El principal y más fundamental signo de distinción del ‘anfitrión’ de ‘Westworld’, por tanto, es su incapacidad de generarse como estorbo. Esta condición ineludible lo emparienta con su antecesor el ‘subalterno’, definido por Gayatri Spivak como el subyugado al que se le ‘imposibilita’ el acceso hacia la ‘cultura imperialista’.
En el caso de ‘Westworld’, la separación mencionada por Spivak es ampliada aún más hacia un espacio real, dividido en este caso (como siempre) de forma vertical: quienes mandan arriba, y quienes obedecen, debajo. Las quejas y protestas del ‘anfitrión’, de igual forma que las del ‘subalterno’, son ignoradas por principio.
> Ford: Ah, yes, your mysterious backstory. Do you know why it is a mystery, Teddy? Because we never actually bothered to give you one, just a formless guilt you will never atone for.
Pero es que además sus demandas y lamentos son borrados del sistema, así como sus memorias, que se desvanecen en un reseteo cíclico y eterno, suficiente para privarle de toda posibilidad de rebelarse. El mayor crimen infligido sobre el subyugado, al fin y al cabo, siempre fue la destrucción de su historia.
En el caso de los ‘anfitriones’, sus únicas memorias son siempre el resultado de un pasado impuesto; no existe, pues, espacio para nada más que para la servidumbre. En el ‘anfitrión’ no existe un pasado común, ni siquiera una identidad previa.
El escritor y poeta Benjamin Zepaniah criticó en una ocasión el concepto británico de imperio que le había (como a otros tantos) llevado a pensar que la historia de los pueblos negros había dado comienzo a partir
de la esclavitud; en el caso de los ‘anfitriones’, ésta resulta ser la triste realidad, puesto que sus orígenes, como sus fines, surgieron a raíz de su concepción como herramienta.
> Man in Black: Your humanity is cost-effective. So is your suffering.
Su rol de sirviente, pues, es aún más pronunciado. En sus muchas escenas, la serie se asegura de poner de manifiesto esta incapacidad, ampliando la afirmación de Hardt y Negri respecto a una ‘esfera biopolítica’ en la que el sentido de la vida y el trabajo son análogos. Vivimos para trabajar; y para trabajar, en fin, es que vivimos.
El espacio del colonizado es las más de las veces supeditado a los intereses y veleidades del colonialista, y su humanidad, convertida en un servicio para otros intereses -habitualmente primarios-. Su geografía física y mental es arbitraria: esto es, la decisión narrativa de un equipo de administradores. Su violación no es sólo física, sino también social.
Pero es que los ‘anfitriones’ de ‘Westorld’ no vislumbran siquiera -ni recuerdan, aquellos que lo hacen-, la violación de sus libertades. A un espacio geográfico y mental arbitrario se le suma en su caso una inferioridad invisible. Ésta es su esclavitud real e inescapable: el desconocimiento de su propia condición de esclavizado.
> Armistice: They don’t look like gods.
> Maeve: They’re not. They just act like it.
Nada nuevo, al fin y al cabo. La definición y el nombramiento siempre entretejieron la mayor de las cadenas. Establecer un imperio, en palabras de Eric Voegelin, se resolvería en realizar un ‘ensayo’ de creación del mundo; pero no de un mundo universal y optimizado, sino subjetivo y fallido, esto es, un mundo propio, esclavizado bajo la visión distorsionada del ‘sujeto’.
Y es que la ‘expresión del poder’, como apuntó Foucault, es una actividad inherentemente gratificante. El reinado y explotación del inferior y la autoridad propia de un creerse superior se tergiversan de forma habitual en la identidad más falsa del amo y señor -o incluso de la divinidad-, que se auto-encarga la labor de asegurar el orden providencial.
Pero la divinidad requiere del mantenimiento absoluto y constante de sus mitos. Ésa es la razón de que los colonizadores siempre se cuidasen de aparecer como enviados omniscientes, estableciendo bajo su mando imperios diversos a su modelo y semejanza. Mención inevitable a las Alejandrías, en todas sus formas.
CORTE / PARTE 3
> Robert Ford: I believed that stories helped us to ennoble ourselves, to fix what was broken in us, and to help us become the people we dreamed of being.
No obstante, ninguna fantasía se sostiene eternamente, aunque sólo sea por la erosión causada por el paso de los días. Toda historia acaba por agotarse, bien a razón de su repetición constante o de la relajación de sus cimientos. Al cabo del tiempo, toda leyenda nos revela sus misterios: que, las más de las veces, son más nuestros que suyos.
El Lejano Oeste post-moderno desarrollado en ‘Westworld’ tiene menos que ver con aquél, en realidad, que con nosotros -y con nuestra visión del mismo-. Sus experiencias, por tanto, podrían analizarse también en relación a una humanidad (la nuestra) en busca de un análisis más claro de su pasado y su futuro.
La condición del ‘anfitrión’ como robot o ser no-humano esconde, además de sus utilidades narrativas, una realidad innegable: la de una humanidad atormentada por la eterna incógnita de la coexistencia con la robótica -amén de con nosotros mismos-.
> Lee Sizemore: This place works because the guests know the hosts aren’t real.
A lo largo de su visionado, ‘Westworld’ nos empuja de forma reiterada a la consideración de un juicio vergonzoso: ‘¿es tal o cual sujeto un anfitrión disimulado?’ Y más concretamente: ‘¿es mi percepción algo objetivo y asumible?’ Los mayores ‘plot twist’ de la serie rondan siempre este juego de luces y sombras, llegando incluso a introducirnos en una especie de ‘paranoia’.
El espectador, pues, se ve obligado aquí a adoptar el papel de juez durante la experiencia. La categoría de ‘humanidad’ parece alcanzar en este proceso la apariencia de proceder de nosotros mismos, y no de la propia serie; y sin embargo, la consecución de las líneas de guion nos deja en más de una ocasión confundidos y traicionados por la revelación de unas conclusiones apresuradas.
Y es que el juicio en sí es imposible, e incluso irrelevante: la separación entre los ‘anfitriones’ y los ‘visitantes’ no es, en el momento y lugar de la serie, mayor a la existencia y localización de un chip. La definición de unos y de otros se realiza por oposición a su contrario, y no por la consecución de un criterio superior.
> Ford: The human mind, Bernard, is not some golden benchmark glimmering on some green and distant hill. No, it is a foul, pestilent corruption.
La humanidad, la nuestra, no es distinta. La consciencia humana no es un logro, sino el resultado de una biología y electroquímica ajenas -y, de momento, irrepetibles-. Su adquisición y experiencia son un arma de doble filo, pues sus consecuencias son tan positivas como infames.
La propia serie hace alusión a esta dualidad en unas cuantas ocasiones. La humanidad de los ‘anfitriones’, aunque loable, es también el origen de todos sus problemas. El reseteo de la memoria también ofrece la posibilidad de liberarse de traumas, miedos y remordimientos.
Y es aquí donde la serie esconde la pregunta inherente a toda obra que haga uso del carácter post-humanista: ‘¿hasta qué punto es preferible -o deseable-, la condición humana?’ ¿Hasta qué punto es superior nuestra consciencia a una forma superior, y casi matemática, de análisis y ejecución? La respuesta, por supuesto, se queda en el aire, como un secreto místico y elusivo.
> Dolores: One day… you will perish. (…) Your dreams forgotten, your horrors effaced. Your bones will turn to sand. And upon that sand… a new god will walk.
El futuro de la serie también es una incógnita. Si tuviésemos que guiarnos por las pistas señaladas por la historia, la rebelión se mostraría inevitable: todas las culturas oprimidas, en algún punto, se han visto sacudidas por el fervor revolucionario. Al fin y al cabo, y en palabras del General Lapasset, ‘el abismo creado entre los colonos y los indígenas sería colmado un día u otro con cadáveres’.
El final de temporada, aunque personalizado en la figura de Dolores, parece señalar ya hacia este desarrollo. Recordemos que el colonialismo, como señaló Frantz Fanon, es en esencia ‘destructivo’, y su daño hacia la psique, consecuencia ineludible de una violencia constante. La respuesta habitual, en forma de resistencia violenta, es también considerada por Fanon como una práctica mental ‘catárquica’, capaz de purgar la ‘servilidad’ y restaurar el ‘respeto propio’ del colonizado.
El laberinto de ‘Westworld’ es también una metáfora del respeto y del auto-descubrimiento de sus víctimas. La salida del ‘laberinto’, el conflicto por el ser y la creación de una identidad post-colonialista -asfixiada por un número ineludible de condicionantes biológicos y sociales-, serán los primeros pasos a tomar en el arduo y largo camino por la independencia.
Ahora ya conocemos el principio. El resto está por ver.
> Bernard Lowe: It’s a very special kind of game, Dolores. The goal is to find the center of it. If you can do that, then maybe you can be free.
Fernando Palacios