¿Entonces está mi cuerpo predispuesto al servicio de los demás?

“Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar. 
Que sea azucena
Sobre todas, casta. 
De perfume tenue. Corola cerrada”.

Después de ver Ana y los lobos, la primera pregunta que me vino a la cabeza fue la de ¿Está mi cuerpo hecho para el servicio de los demás? 

Las dos respuestas posibles entrañan diferentes formas de abordar la problemática del cuerpo femenino, la consideración de este como una nada y como un todo. 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cuántas veces te han dejado sin voluntad?

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¿Cuántas veces te han dejado sin cuerpo?

Sin su presencia clara, material

                                                                                Cuerpo fantasma 

Cuerpo vasija

Cuerpo entrada

Cuerpo máquina

Cuerpo desecho

Cuerpo nada

Supongo que ha de pasar un tiempo hasta que cada dolor pueda más

Esto no es importante

Me dices

Esto es importante

Me digo

Lo es 

Tu cuerpo

Tu cuerpo gloria

Tu cuerpo estampa mojada

Desprecio mediante

Cuerpo fantasia

Cuerpo escaparate

Cuerpo batería
Cuerpo extremo, delgado, relleno de vesículas

Cuerpo líquido

Cuerpo jamás herida

Cuerpo mudo

Cuerpo incapaz de un puño pero cuerpo capaz de sangre

Textura orgánica

Cuerpo y silencio

¿Es mi cuerpo un cuerpo de persona?

 

¿ES ESTO AL QUE LE CRECEN PELOS Y QUE RENUEVA PIEL      
ES ESTE VEHÍCULO
PECHO VAGINA OMBLIGO AXILA
UNA PERSONA?

 

Yo me agoto de ti, cuerpo

Reniego

mientras permaneces ajeno, distante

Sin posibilidad de réplica

Hasta el filo

Hasta la costilla rota

Hasta la muerte.

REVERSO 

Si bien he tratado de la utilización del cuerpo femenino como un útil, como un ente negativo que era incapaz de verse representado como un ser. Me gustaría recordar las imágenes también de reapropiamiento del propio cuerpo femenino, de aquello que en el principio fue nuestro y que siempre debió de serlo. Creo que es interesante el caso de Lena Dunham porque es capaz de proyectar y manipular la imagen a su favor, siendo actriz, directora y guonista de su propia serie.

Cuando comencé a ver la serie GIRLS por la recomendación de un colegui pensé, como todos (creo) el wtf de ver a Lena mostrar su cuerpo desnudo continuamente en la pantalla y sobre todo de no disimular los defectos que suelen achacar a los cuerpos femeninos: las demasiadas curvas, las no-curvas, el no arreglarse, en definitiva la exigencia continua de atenerse a un modelo ideal fuera de la cotidianeidad de muchísimas mujeres.

Recuerdo pensar un poco en el lol que era verle a Lena el coño y las tetas en tantas ocasiones y recuerdo tuitear “le he visto más el coño a Lena que me lo he visto a mi misma”, una  frase que en si misma podría contener parte del problema de por qué me parecía tan chocante el tratamiento del cuerpo de Lena y su absoluta libertad de maniobra. Al fin y al cabo, pensaba, será una cuestión de narcisismo y reconocimento, de hacerse famosa por ello. Una cuestión en definitiva de ego.

En sí claro que es una cuestión de ego, una cuestión de reconocimiento, pero no del reconocimiento egotista sin más, si no la cuestión del reconocimiento del cuerpo femenino como lugar propio, como casa, refugio y expresión. Aquello que yo denominaba provocación se termina convirtiendo en una completa liberación de la manera más natural. Es decir, es capaz de desligar el cuerpo femenino de lo ideal canónico, ese reflejo oculto de la misoginia que consigue que las mujeres se vean como objetos bonitos u objetos que hay que embellecer olvidando lo cotidiano de los cuerpos, la sensualidad de ese acto. 

Sin embargo lo que Lena consigue es reeducar el ojo del espectador de tal manera que su cuerpo aparece como un cuerpo total en la pantalla, que no puede sino ser admitido.

Todos esos sentimientos sobre los neuróticos que resultan los personajes, sobre lo pijos que fueran o no sus mundos quedó relegado en esta última temporada de GIRLS en el que el cuerpo de Lena, aparece reveladoramente contundente,  al producirse la alquimia: no sólo ya me he
acostumbrado a la presencia de sus tetas en pantalla sino que me parecen necesarias.

La naturalidad con la que se paseaba en bolas resultaba ahora gratificante.

Tania López